Abordamos
el ferry que nos llevaría a la Isla de Ometepe como a eso de las 9 de la mañana,
si no me equivoco íbamos a Altagracia. Parte
del grupo decidió ubicarse en la parte de arriba de la embarcación, pero la
Maria y yo nos quedamos abajo, al igual que otros compañeros, ella se sentó a
la orilla de una de las ventanas para apreciar el paisaje, yo como siempre al
lado de ella.
El
ferry iba lleno, lleno de turistas extranjeros y nacionales, de pobladores de
la zona, lleno de estudiantes, esos éramos nosotros que íbamos a Altagracia a realizar un trabajo de lingüística
para la universidad, pero también a disfrutar de la oportunidad del viaje, por
su puesto. Era el mes de mayo, me acuerdo porque ya se acercaba la celebración de
Maria Auxiliadora.
Había
mucho ruido, la radio, dos pantallas de televisión encendidas, las risas de nosotros, las conversaciones del
resto de los pasajeros, todo se fundían en un solo ruido alegre. Teníamos que
estar alegres, habíamos trabajado bastante para costearnos ese viaje y ahora lo
único que teníamos que hacer era disfrutarlo.
El cansancio
del viaje comenzó a cobras sus víctimas, muchos se durmieron, algunos iban
meditando, otros se dejaron cautivar por las aguas del Cocibolca y la paz
reino.
De
repente, en la planta baja donde parte del grupo viajábamos, paso
algo que interrumpió la paz. Alguien notó que algo no está bien, se sentía un
olor extraño, algo parecido a ese olor que sentís cuando pasas por el sector de
las carnes en el mercado.
Algunos
buscaron de donde venía el olor, otros realizaron comentario sobre el tufo ¡Que
hiede! ¡Huy que feo huele! ¿Qué es ese olor tan desagradable?. Puedo decir que
para mí no era tan desagradable pero si extraño, yo lo asociaba a las aguas del
lago.
A mi
espalda, escucho un leve llanto de mujer que conforme aumentan los comentarios
del mal olor su llanto se iba incrementado, de forma curiosa me volteó y la veo
abrazando un bulto envuelto en una sábana blanca. De la sábana blanca sale una
mano ¡Que susto! Cargaba el cuerpo de su hijo muerto.
Esa
imagen era triste, demasiado triste diría yo, la mujer lloraba, mientras
abrazaba el bulto envuelto en la sábana blanca, la acompañaban dos mujeres más.
Era como si la escultura “La Piedad” de
Miguel Ángel, se hiciera realidad.
Al
descubrir él porque del olor, salimos rápido
con temor, la información se regó como pólvora,
comenzaron a salir versiones del hecho, y las mujeres quedaron solas con
el cuerpo, solas con su dolor.
Las
personas comentaban que la familia no tenía dinero y pidieron al dueño del ferry, con apoyo de autoridades de salud que
los trasladará con el cuerpo, una ambulancia los esperaba en Altagracia, se decían
muchas cosas, tantas cosas que no sé cuántas eran verdaderas, algunos pasajeros
criticaban el hecho de llevarlo ahí, de no haberle avisado a la gente, que era
un peligro.
Yo pensaba,
“esa mujer estaba sufriendo y que nosotros solo estábamos atacando”, eso
pensaba. También pensaba que era raro,
como no nos percatamos en ese detalle, ¿por qué nadie vio a esa mujer cuando abordamos?
¿Por qué nadie se fijó? Y si nos fijamos, nadie le puso mente, íbamos tan perdidos
en nuestro mundo, en nuestra alegría que no notamos.
Llegamos a Altagracia, realizamos el trabajo asignado,
disfrutamos, visitamos algunos lugares turísticos, tuvimos otros momentos
memorables (que contaré en otra ocasión) y bueno regresamos a Managua, a mí me
quedo por mucho tiempo la escena de La Piedad de Miguel Ángel que vi en Ferry.
No recuerdo más detalles, fue hace muchos años, como en el
2008 o 2009 o algo así. En ocasiones pienso que lo soñé, sobre todo cuando lo
cuento y la gente me dice: ¡Solo locuras
sos chino, eso lo inventaste, no te creo! Y no los culpo puesto que es tan
surreal, o al menos eso pienso en ocasiones.
Luis Eduardo Alemán Suazo
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