Mi
amigo Benjamín, se quedó perdido en el tiempo, no creció. Doña Beatriz, su mamá le permitía salir de su vientre para jugar conmigo por
las tardes, ella siempre me pedía que lo cuidara, Benjamín era un niño
travieso.
Yo
corría mientras él flotaba siguiéndome por los corredores de su casa. Mi amigo Benjamín
era un feto que flotaba feliz siguiéndome, riendo. Si hacia sol jugábamos en el
patio con la pelota, si llovía no salíamos y jugábamos con el monopolio.
La
familia de mi amigo Benjamín no era una familia normal, su papá don Carlos no
se parecía al resto de los papás, él era alto y delgado, muy delgado podría
decir, su cuerpo era más bien un esqueleto que siempre vestía
camisa manga corta y pantalones acampanados, sus ojos eran grandes y se
mantenían en su lugar gracias a sus gruesos anteojos, si se agachaba se caían
al suelo.
Su
mamá era, una mujer baja, regordeta, con graves problemas para peinarse pero
muy amable, el color de su piel era muy pálida, algo así como el color blanco
de una hoja de papel, era muy difícil no fijarse en eso.
Don Carlos,
siempre leía periódicos viejos, mientras repetía en voz alta que todo tiempo
pasado siempre fue mucho mejor. Doña Beatriz continuamente cocinaba.
Yo recuerdo
bien a Benjamín era el amigo de enfrente que nunca existió, pero con el que jugué
siempre.
Luis Eduardo
Alemán Suazo
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