Cinco de la tarde, la ruta
está llena, el busero al parecer no lo nota, pues sigue montando a más gente. En
este bus ya no alcanza nada. Mi almuerzo quiere salir, ya no se siente cómodo
en mi estómago de tanto ir apretado.
Mientras me acomodo al
fondo del bus, noto que es curioso ver
que la mitad de los asientos están ocupados por mujeres, la otra mitad van
varones y el resto de los mortales vamos de pie
hechos una masa humana.
El bus se detiene una vez
más, una mujer embaraza que carga un tierno con mucha valentía o
irresponsabilidad intenta subirse al transporte urbano colectivo. La tarea es difícil
pero ella hace lo imposible y lo logra con mucho esfuerzo.
Avanza con dificultad entre
la multitud como una maestra del equilibrio, cargando a su pequeño e intentando
no caer cada vez que el chofer frena. Pobre mujer, por cada espacio que camina
las personas que lograron sentarse giran el rostro como queriendo a la fuerza
no ver a la embarazada.
De pronto, la música de
Marco Antonio Solís se ve interrumpida por el grito de una mujer que salta de su asiento ¡Qué barbaridad estos güevones no le dan el lugar a la mujer, la
ven que se va muriendo y no hacen nada, es que ya no hay CABALLEROSIDAD en el este país de mierda!
Un anciano que iba de pie
junto a mi abrió los ojos y respondió a la indignada mujer ¡Y qué pasó con la DAMASIDAD, señora usted también le puede
darle lugar a la panzona, aquí todos somos iguales.
La mujer guardó
silencio y se sentó, mientras la
embarazada y su bebé lograron llegar al final sin que nadie les diera el lugar.
Según la lógica de ese anciano que por su aspecto trabaja en la construcción
la DAMASIDAD, es el equivalente de CABALLEROSIDAD en una mujer. La
CABELLORISIDAD es el comportamiento propio del hombre que obra, con cortesía,
nobleza y distinción, por lo tanto la DAMASIDAD es lo mismo pero para una mujer
(a mí no me crean eso me dijo él).
¿Ustedes que piensa? ¿Todos
somos iguales? O existen diferencias
Luis Eduardo Alemán Suazo
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