El pequeño pasó corriendo a gran velocidad, como si hubiese visto al mismísimo diablo, gritaba como loco, era una ráfaga que recorría esas viejas y oscuras calles empedradas de León, no había quien pudiera detenerlo.
Unos músicos que se encontraban dando una serenata a una bella joven, dejaron de tocar al ver tan peculiar escena. ¡Ese es el pequeño poeta! Grito uno de los artistas, mientras el resto de la agrupación busca la razón de tan extraña reacción.
Buscaron por todos lados, y no encontraron nada. Hasta que miraron pasar caminando aprisa a la mama Bernarda, quitándose unos trapos desgarrados y una pintura blanca de la cara que a cualquiera daría miedo.
Pobre poeta niño, seguro que ahora no va a tener ganas de salir a escondidas a la calle por la noche.
Luis Eduardo Alemán Suazo
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