El gas se va y en tu cartera no hay dinero, ese es un momento complicado en la vida de todo matrimonio joven, sobre todo cuando ese tipo de problemas, a uno, no le tocaba resolverlos antes, sin embargo, es ahí cuando el ingenio y la valentía sobresalen. “Donde unos ven un problema yo miro oportunidades”, diría alguien.
Estas situaciones, contribuyen a fortalecer el carácter de todo hombre que quiere convertirse en cabeza de familia, a los problemas hay que buscarles soluciones.
“Bueno, bonita hoy nos tocar comer asado”, exclame muy positivo mientras mi esposa, me miraba con la cara de preocupación que siempre pone cuando sabe que voy a explorar mis cualidades gastronómicas.
Iniciamos la aventura con la búsqueda de los materiales necesarios para el asado, este momento del trabajo, nos lleva a esa parte salvaje que todo hombre olvida por la comodidad de las tecnologías.
¿A quién le hace falta el tonto gas?
Tres piedras, y la parrilla de un viejo abanico, son lo mejor para la fabricación del fogón improvisado, por el momento todo marcha bien, no tenemos por qué preocuparnos. Estando hecho el fogón, viene la parte filosófica de la canción, el “FUEGO”
Para ello, haremos uso de viejos periódicos, pedazos de madera y un poco de carbón que encontré por ahí, y por su puesto fósforos, ahora si soy todo un hombre de las cavernas tratando de hacer fuego, y la tarea no es nada fácil, cientos y cientos de intentos y nada.
Una hora después, cuatro cajetillas de fósforos terminadas, y la paciencia casi por el suelo, el fuego se hizo, eran gigantescas lenguas de fuego, ya todo estaba listo, tendríamos asado, pero venia la tarea más complicada tratar de mantener ese fuego encendido para asar la carne ese humasal era inmenso y sofocante pero estaba consciente que resultada sería positivo.
El medio día hace mucho que se fue, el humo, el calor, las cenizas, el contil, todo, me hizo olvidar, hasta el hambre, la oscurana cubrió la casa y por fin termine.
Entro a la casa y me doy cuenta que mi esposa ya había hecho la comida en una cocina eléctrica que teníamos, mi enojo era grande, ¿Por qué no avisaste?, ¿Por qué no me dijiste para no seguir ahumándome?
Y ella, con sus hermosos ojos, solo respondió: “No quería que renunciaras, quería que llegaras hasta el final”
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