Fue solo pisar ese pequeño espacio y escuchar tantos recuerdos, para de inmediato regresar en el tiempo y ser parte de la Vieja Managua. Aunque no lo crean recorrí toda la Avenida Roosevelt, esa que cuentan y que fue destruida por el terremoto en 1972, visité cada uno de sus edificios, conocí el Gran Hotel, el Banco Central de Nicaragua, el Club Plaza y el antiguo edificio INSS.
En mi viaje por el tiempo a la Vieja Managua, me sentí parte de una capital que fue, y que no volverá, pero que revive gracias a los recuerdos de las personas que la vivieron. Recuerdos que revivieron a través de una réplica en miniatura la Vieja Managua que tanto nuevas como viejas generaciones hoy pueden apreciar en el Paseo Xolotlán.
“Yo salía de mi trabajo de ese edificio y caminaba en hora pico. Chocaba con otras personas que se dirigían a su hogar, era toda una experiencia” escuché decir, mientras intenté oír otra anécdota del resto de personas que se encontraban maravillados por la exhibición que reviviría la vieja Managua.
“Ahí se hacían reuniones sociales, la gente llegaba a bailar y compartir” expresa emocionado otro viajero en el tiempo, el cual me hizo pensar que después de tantos tiempo, las personas que tuvieron la oportunidad de conocer la antigua capital aún mantienen muy vivo su recuerdo.
Viendo esos edificios, (aunque fueran solo a escala) y escuchando las historias, trataba de entender por qué los managuas añoraban tanto su capital, y entendí que más allá de estructuras de construcciones modernas lo que los capitalinos realmente extrañaban era su identidad.
El terremoto de 1972, no les robo una capital, sino su identidad, cada Managua perdió lo que era, y difícilmente lo recuperaran, pues, se niegan a dejar ir lo que fue.
Tengo que confesar, que ese pequeño viaje, me sirvió para conocer un poco más de la historia de la ciudad que me adoptó, y a tener mayor aprecio a los patrimonios históricos, sobre todo a Managua.
Luis Eduardo Alemán Suazo
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